Y es que ni siquiera era miércoles cuando me diste ese primer beso del que siempre reniegas (y que todavía hoy me sigue pareciendo precioso), ni cuando respiramos tantos de esos momentos que ya sé que no podré olvidar. Como aquella noche en que llenaste Madrid con tus historias, que ya la han envenenado entera; los misterios gloriosos en el Retiro; tantas y tantas noches alargando la madrugada en el portal de tu casa; tantas madrugadas alargando la noche en mi sofá; copas en un bar que de noventero solo tiene el nombre; promesas de copas en un bar al que nunca iremos; circular a 80 por Sainz de Baranda en una Kawasaki del 92 (ella no lo sabe, pero Lady Madrid se escribió en su honor); sentirte cerca en una eucaristía; pasar el día en una finca cerca de la Adrada con el único plan de beberme el sol y ya está, pero contigo.
Y la buena noticia es que queda mucho espacio en el mundo para que contamines mis recuerdos. Muchas calles por las que aún no hemos discutido (¿o era debatido?) y donde no me he hecho la enfadada para que vengas y me abraces y me hagas perder el equilibrio.
Y es que mi chico de los miércoles es así: sabe exactamente qué tecla tiene que tocar para llevarme al límite de la paciencia, pero también sabe cómo agarrarme para que no me pierda. Vive en la dualidad: se enciende como pirotecnia valenciana y después interviene su corazón, que es blando y de color rosado, y le obliga a recular. Y a veces se enfada consigo mismo porque ha perdido el control y su razón, esa carta confiable en la que basa el rumbo, ha pasado a segundo plano. Él entiende el mundo con la cabeza y le da sentido con el corazón. Esa dualidad se refleja hasta en sus ojos, que saben mirar con una intensidad en la que deslumbra la inteligencia; y otras veces convirtiendo ese mismo brillo en calor y afecto. Porque también se traduce en su forma de quererme, un momento esquivando con maestría mis dardos de cariño envenenado y al siguiente acariciándome la mejilla con el pulgar, poniendo una pasión y un amor en el gesto que casi me conmueven. Él dice que es tonto pero listo; y todavía me maravilla cómo conviven en él esa distancia que a ratos pone con el mundo y la dulzura casi infantil que sabe derrochar, especialmente cuando juega en casa y a pocos centímetros de distancia. Esos momentos (cada vez más habituales) en los que se desnuda de fachadas y me permite ver, espiando a través del hueco de la cerradura, lo transparente y preciosa que es su alma.
Hoy es un día especial, un día feliz. Sí, hoy también es miércoles.
"No quedan sombras del pasado desde que te has acercado, ahora todo es claridad. No quedan penas atrasadas ni quedan puertas cerradas ni nada que derribar"