Subió corriendo la calle, tenía prisa, prisa por qué, en fin, eso es un misterio. Piedrecitas caprichosas se le metían en los zapatos y la hacían tropezar. Las ramas le azotaban la cara, pero esto no la detuvo. Solo había una cosa que podía detener sus pisadas y la emoción de su corazón.
Los pies se le clavaron al suelo en frente de una intersección. No le valían listas de pros y contras, ni objetividades. Porque una decisión como la del camino que ha de seguir tu arañado corazón, no puede ser más subjetiva.
Y ahora, ¿qué?
-Si te digo la verdad... tengo muchísimo miedo
-Yo también
No hay comentarios:
Publicar un comentario