Ahí estaba yo, agachada frente al estéreo, con la mirada clavada en sus sospechas. En él. La abarrotada sala fue desvaneciéndose a nuestro alrededor conforme las notas se volvían más rápidas y envolventes.
Y entonces me miró, me miró, me miró.
Y si te, si te, si te sirve de algo; que note, note, note que has llegado. Que note que estarás siempre a mi lado. Yo, mientras, seguiré aquí sentado.
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