cuando extendamos las alas,
comprenderemos lo doloroso del caer.
Y cuando los pájaros alcen el vuelo
no mirarán atrás,
no temerán la inmensidad pálida del cielo de verano,
no tendrán miedo
porque estaremos nosotros acompañándolos.
Tú y yo.
Ya no hay miedos.
Pero cuando en mis ojos se extinga el verdor,
cuando mi mirada quede vacía de luz,
solo entonces comprenderemos cuánto araña el terciopelo.
Cuando los abrazos se congelen
y los besos sobren,
nos apretaremos en el juego de otra realidad.
Cuando comprendamos lo ajeno de nuestra forma de entender,
nos miraremos desde lejos.
Y temblaremos, temblaremos.
El valor para marcharse, el miedo a llegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario