domingo, 1 de febrero de 2015

"No hay mejor skyline que verte tumbada"

Era uno de sus juegos preferidos, entre suspiro y suspiro hablaban de los muchos viajes que harían, de las playas paradisíacas que visitarían y los souvenirs horteras que comprarían. Ya fuera trazando la ruta en la espalda desnuda de él con la punta del dedo índice, o dibujando un mapa de besos por todo el cuerpo de ella; soñaban con los rincones que descubrirían en La Paz, con su bar favorito de Nápoles, con las calles malditas de Barcelona. Se tumbaban boca arriba y ella levantaba el dedo hacia el techo para perfilar los contornos de las islas Phi Phi. Todo Madrid se les quedaba pequeño si lo comparaban con una hamaca en las Bahamas.
A veces, cerraban los ojos. En un instante, la habitación se difuminaba para dar paso a los paraísos que jamás conocerían. Y los cerraban más fuerte para que el sueño no muriese, y se acercaban para besarse y se golpeaban la nariz.
Y él le acariciaba el cuerpo, con parsimonia, deleitándose en cada centímetro de su perfil como una marea que sube y baja a ritmos constantes. Y en esas caricias suaves encontraban un mundo aún mejor que todos los destinos que les quedaban por descubrir.