miércoles, 26 de marzo de 2014

I heard the piledriver waltz, it woke me up this morning.

Las pobres baldosas blancas tenían que soportar un pisotón detrás de otro; porque ya se sabe que cuantos más pisotones das para acompasar tus gritos, más razón llevas. Javi daba vueltas de un lado a otro de la cocina como una bestia enjaulada. Yo llenaba el cubo de la fregona dándole golpes a todo lo que podía. Golpe al palo, tortazo al grifo, pisotón al armario donde guardábamos el jabón, gancho al fregadero.
- Mira, va a ser mejor que te vayas porque así lo único que vas a conseguir es que diga algo de lo que vaya a arrepentirme.
-¿Y el cine?
Le fulminé con la mirada. Y él me fulminó con su tristeza.
-Ah. No tienes cuerpo para cine...
-Lo mejor va a ser que te vayas a tu casa y yo me quede aquí. Para que reflexionemos.
Javi sacudió una idea que le rondaba la cabeza. Levantó la cabeza y me miró con esos ojitos tan dulces.
-¿Qué quieres que reflexionemos?
-Pues sobre la solución a estas broncas. O sobre si sigue mereciendo la pena que las solucionemos.
Javi me miró fijo, pero ya no quedaba dulzura en su mirar. En todo Arturo Soria se escuchó el sonido del portazo, y su eco resonó en mi corazón durante semanas. Y en mis sueños.

sábado, 22 de marzo de 2014

Cualquiera llorará más que tú.

Entonces me di cuenta de que todos los gestos se habían pasado por agua. De que los miércoles ya no miraba a cada esquina y tus palabras ya no sabían a punzadas. De que las miradas se han convertido en pólvora mojada.
Te observé al hablar, tu sonrisa parecía la misma de siempre, pero no lo era. No lo era. Me miras de soslayo, pero de repente me resbala tu actitud.
Entonces me di cuenta de que el tiempo hace mella en la piel, que el silencio crea espacios entre los paréntesis, que tú y yo estamos estancados en algún punto entre los dos corchetes y que ya es hora de cerrar la frase.


Sí, me da miedo mi actitud.-

miércoles, 19 de marzo de 2014

Mañana, cuando amanezca

Y me pasaré una semana mordiéndome las uñas en la estación de trenes, me obligarás a arrancarte un beso el cuarenta de mayo y a llorar sin lágrimas encima de tu sudadera. Te pones encima. Desaparecerás como desaparece el frío del invierno aquí en Madrid, de sopetón, sin avisar y sin dar tiempo a buscar cobijo. Te acercas a mi cuello. Me acostumbrarás a tu olor hasta que no me quede otra que echarte de menos, conseguirás que mi temor desmenuce tus miradas, llegaré a escribir tu nombre en mi cuaderno. Entrelazamos los dedos. Hoy todo parece fácil, pero mañana cuando amanezca estaré perdida en algún lugar entre tus manos y tus ojos oscuros. Mañana, cuando amanezca, ya no podré encontrar el camino de vuelta. Mañana, cuando amanezca...
Y te aparto, y salgo de tu cama, y me miras, y me largo, porque las niñas listas prefieren corazones congelados al riesgo de sangrar.


¿Y si no quiero ser una niña lista?