miércoles, 19 de marzo de 2014

Mañana, cuando amanezca

Y me pasaré una semana mordiéndome las uñas en la estación de trenes, me obligarás a arrancarte un beso el cuarenta de mayo y a llorar sin lágrimas encima de tu sudadera. Te pones encima. Desaparecerás como desaparece el frío del invierno aquí en Madrid, de sopetón, sin avisar y sin dar tiempo a buscar cobijo. Te acercas a mi cuello. Me acostumbrarás a tu olor hasta que no me quede otra que echarte de menos, conseguirás que mi temor desmenuce tus miradas, llegaré a escribir tu nombre en mi cuaderno. Entrelazamos los dedos. Hoy todo parece fácil, pero mañana cuando amanezca estaré perdida en algún lugar entre tus manos y tus ojos oscuros. Mañana, cuando amanezca, ya no podré encontrar el camino de vuelta. Mañana, cuando amanezca...
Y te aparto, y salgo de tu cama, y me miras, y me largo, porque las niñas listas prefieren corazones congelados al riesgo de sangrar.


¿Y si no quiero ser una niña lista?

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