domingo, 23 de enero de 2011

Paso turno.

Je suis ni pute ni soumise, juste une salope dominatrice.
¿Te pides rojas? Genial, yo soy azul. Empieza la partida, me vas comiendo poco a poco hasta que no queda más que una pequeña parte de mis fichas que sea indiferente a ti.
Empiezan así todos los juegos de nuestras vidas, cuando empiezan no tienen apenas importancia, conóceme, conózcote, cuatro risas, mil sonrisas. Ficharle desde lejos; y oye, no se cómo no me había dado cuenta de lo mono que es; ficharle con el corazón a mil desde cerca; y qué ojos más alucinantes tiene.
¡Y llega por fin el ansiadísimo tonteo! Cómo me pica este chico, tal vez me gusta un poco.
Quedarte hasta las tantas hablando con él, morderte el labio cuando piensas en lo último que te dijo. Me encanta, te dices.
Y ya puedes despedirte de tu independencia.
¿Esa libertad tan ansiada, ese gusto de poder liarte con quien te de la gana? Olvídate, por supuesto, ¡qué pensaría él! Y eso es perfecto, 80 de cada 100 tienen un final feliz.
Pero luego están las otras 20.
Podrías haberme avisado, de que este juego lleva cronómetro, los segundos corren y al parecer me toca mover ficha. Mira tú qué gracia, es a todo o a nada, es ella o yo.
Lo que no sabes es que se me da genial jugar.





-Así es la vida
-Pues la vida es una mierda

sábado, 15 de enero de 2011

Hasta pronto, M-30.

Entonces, después de que haya satisfecho su apetito de dolor, te deja tirada, en una carretera húmeda y oscura, conocida de las otras veces que te han hecho caer, en una M-30 imaginada, con lágrimas en los ojos y un amor-odio en el corazón que duele más que el atropello de los coches que pasan. A veces un Mini, a veces un Mercedes, tan distintos pero tan iguales, te pisotean para añadir dolor al de Aquel que aún sigue presente.

Y entonces, cuando piensas que nadie más te va a hacer sentir, a devolverte la sonrisa, llega alguien que te sonríe, te tiende la mano, te levanta del suelo cada vez que te caes, te saca de la carretera. No sé quién eres, ni qué haces aquí, quién te ha enviado a mí, pero estás aquí, aquí conmigo, para hacerme reír, para abrazarme, para secarme las lágrimas. No sé quién eres, solo sé que esto no es casualidad, sé que de pronto creo en el Karma, sé que eres un ángel que ha venido a salvarme.
Y aparece un alguien que se mete en tu cabeza, un imprevisto, una nueva ocupación durante las próximas semanas que poco a poco irá echando la neblina negra de Aquel, que se va yendo, cada día un poco más, hasta que queda la cicatriz del pasado, que tal vez se vaya pronto, o tal vez nunca.
No sé si me harás sentir, o serás un juego de unas semanas, un coche más para atropellarme, te juras sincero, pero aún así no puedo evitar mirarte con precaución de la experiencia.






-Bueno, si no tienes nada que hacer, pásate por mi casa...
-Allí estaré ;)

viernes, 7 de enero de 2011

Encontronazos.

Nos encontramos, tú y yo. Tú, ese nuevo Tú, oportuno y salvador. Yo, ese eterno Yo, con tan pocas luces como de costumbre.
Nos encontramos tú y yo, como si fuese de casualidad, como si no llevase toda la tarde paseándome por los sitios que frecuentas, nos encontramos.
Recuerdo cómo te vi a lo lejos y cómo me enamoraste con tu sonrisa, recuerdo lo que dijiste sobre la mancha de mi camiseta y recuerdo ajustarte la corbata.
Me guiñaste un ojo y una sonrisa estúpida asomó en mi cara.
Recuerdo que te acercaste mirándome a los ojos, robándome las palabras y el aliento. Me diste un beso en la mejilla derecha, te separaste y de camino a la izquierda, nuestros labios se rozaron, temblé, cerraste los ojos, solo fue un segundo,
Y me reí contra tu cuello y me besaste el pelo.
En ese momento mi imaginación tomó el relevo de mi vida, nos imaginé huyendo de ese mundo estúpido e irracional incapaz de comprender la auténtica cordura. Y en mi sueño me cogiste y nos fuimos allá, donde nadie podría encontrarnos jamás.
Corrimos de la mano cuesta abajo, dirección la felicidad. Nos dejábamos llevar, el mundo a nuestros pies.
Tú y yo, y eso era todo.
Nos creíamos invencibles, inmortales, pero no lo éramos, no lo éramos... porque el sueño terminó y ahí seguias tú, implacable. Me miraste a los ojos y te reiste al leer la verdad en ellos. En ese momento me abrazaste por primera vez, y recuerdo el olor de tu camisa de falso chico bueno, y tus brazos rodeándome. Con una sonrisa y sin palabras nos despedimos, rozamos nuestras yemas de los dedos, tú camino a tu mundo, yo camino al mío, tan lejanos y abstractos que nos evadimos en un Nosotros, y nuestros dedos ya se habían separado, una última mirada de promesa de volver a... encontrarnos.



-¿Por qué quieres que baje a hablar?
-Pues porque eres tú...

jueves, 6 de enero de 2011

Chin, chin.

En estos días se aprobecha para dar gracias por muchas cosas sin sentido ni importancia, y para desear nuevas cosas que seguramente jamás llegarán. Nochebuena, Nochevieja y demás encuentros familiares y convencionalismo puro son un hervidero de brindis y deseos que serán como el champán, sus burbujas se evaporarán y a alguno le costará tragarlos en un futuro. Que se cure el abuelo, que la prima de turno apruebe ese examen, que saques limpio el curso. Gracias por la salud, porque aprobaste esa asignatura, porque el abuelo sigue con nosotros.
Interiormente, todos tenemos un deseo oculto, por lo menos a mi siempre me cae un nombre de género masculino en mis deseos para el año nuevo. A veces cuesta darse cuenta de lo que realmente hay que agradecer.
No me refiero a el dinero, el amor o incluso la salud, sino algo que siempre esta ahí. Sí, me refiero a la amistad. Esa que muchas veces nos sabe un poco amarga, y otras tan sumamente dulce. Esa que puede no ser de siempre, pero esperas que dure para siempre. Sinceramente os lo digo, si paseando por los escaparates de Sol encontráis un buen amigo a buen precio, simplemente entrad, cogedlo y huíd con todas vuestras ganas, no dejéis que nada se interponga en vuestro camino, y brindad, brindad por esas amigas con las que se comparte todo y con las que puedes hablar cuando quieras de lo que quieras. ¿Que quizá no sea un para siempre? Tal vez, apostemos por el sí. Brindemos por el sí.



-Dime, ¿me has echado de menos?
-Pues claro que sí...