viernes, 7 de enero de 2011

Encontronazos.

Nos encontramos, tú y yo. Tú, ese nuevo Tú, oportuno y salvador. Yo, ese eterno Yo, con tan pocas luces como de costumbre.
Nos encontramos tú y yo, como si fuese de casualidad, como si no llevase toda la tarde paseándome por los sitios que frecuentas, nos encontramos.
Recuerdo cómo te vi a lo lejos y cómo me enamoraste con tu sonrisa, recuerdo lo que dijiste sobre la mancha de mi camiseta y recuerdo ajustarte la corbata.
Me guiñaste un ojo y una sonrisa estúpida asomó en mi cara.
Recuerdo que te acercaste mirándome a los ojos, robándome las palabras y el aliento. Me diste un beso en la mejilla derecha, te separaste y de camino a la izquierda, nuestros labios se rozaron, temblé, cerraste los ojos, solo fue un segundo,
Y me reí contra tu cuello y me besaste el pelo.
En ese momento mi imaginación tomó el relevo de mi vida, nos imaginé huyendo de ese mundo estúpido e irracional incapaz de comprender la auténtica cordura. Y en mi sueño me cogiste y nos fuimos allá, donde nadie podría encontrarnos jamás.
Corrimos de la mano cuesta abajo, dirección la felicidad. Nos dejábamos llevar, el mundo a nuestros pies.
Tú y yo, y eso era todo.
Nos creíamos invencibles, inmortales, pero no lo éramos, no lo éramos... porque el sueño terminó y ahí seguias tú, implacable. Me miraste a los ojos y te reiste al leer la verdad en ellos. En ese momento me abrazaste por primera vez, y recuerdo el olor de tu camisa de falso chico bueno, y tus brazos rodeándome. Con una sonrisa y sin palabras nos despedimos, rozamos nuestras yemas de los dedos, tú camino a tu mundo, yo camino al mío, tan lejanos y abstractos que nos evadimos en un Nosotros, y nuestros dedos ya se habían separado, una última mirada de promesa de volver a... encontrarnos.



-¿Por qué quieres que baje a hablar?
-Pues porque eres tú...

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