martes, 27 de agosto de 2013

Barcelona amb ell

La plaza de Gaudí jamás tuvo vistas tan bonitas, juras y perjuras. De morros te quité las gafas de sol e Instagram empezó a rebosar de fotos mías con la Sagrada Familia. Me probaste desde todos los ángulos posibles y con toda parsimonia mientras me enseñabas a chapurrear catalán. Bendita paciencia...
Llegó después la playa, postureo obligado hacerle fotos a tus pies y aún más obligado tirarte la cerveza por encima -ups- aún vestido. Vaya gritos, madre. Y, ¡toma! Al agua con bolso y todo, que ríete tú de la vendetta italiana. Y de esta guisa nos quisimos tú y yo, sabiendo a sal y a Heineken, comparando veleros, cogiéndonos las manos, corriendo por la Rambla, haciendo temblar Barcelona hasta sus mismísimos cimientos con esas risas que saben a velocidad. Y como no podía ser de otra manera, mis rodillas probaron el asfalto catalán al girar a toda velocidad a la calle de Santa Ana. Porque no me podía ir yo de la ciudad sin dejar marcado el territorio al rojo vivo.
Me curaste la herida con el botiquín del restaurante, la verdad que no era esa la idea que yo tenía de la cena, pero reconozco que me ablandó tu pelo negro y despeinado arrodillado junto a mi silla, así en un plan tan paternal, y no me quedó otra que darte un beso en la punta de la nariz.
Tocaron las diez y nos descubrieron allí, en Els Quatre Gats, leyendo a Ruiz Zafón para mayor ritualismo. Leyendo yo con una tirita de Dora la Exploradora en la rodilla, y escuchando tú con las manos manchadas de Betadine y el pelo oliendo a cerveza.
Amaneció la Barceloneta nublada, prometiste con una sonrisa que escribirías, prometí con una lágrima que rompería todas tus cartas. "No se puede huír de lo que uno siente" "No, pero sí de tu mirada maldita y tu cuidad envenenada. No quiero echarte de menos, no quiero echar de menos."


Un mes después me encuentro aquí, de vuelta en la capital, con un fajo de cartas sin abrir, un charco en la almohada y una foto de Polaroid en la mano garabateada en una esquina, "Barcelona amb ell"

sábado, 24 de agosto de 2013

Nadie con una imaginación poderosa puede sentirse solo

Tiemblan sus hombros, amenaza su garganta con nunca aflojar esa soga. Toca el piano sobre la mesa del comedor con los dedos, nerviosa. Con sus dedos blancos. Le tiemblan los labios también. Y los párpados.
Pasea con cuidado los ojos alrededor, calibra la situación. Con la cabeza gacha. Con el pelo sobre la cara. El pelo le cae tímido sobre la cara. Dibuja una sonrisa desdibujada. Todo mentiras. Todo, todo, todo, todo, todo mentiras. Es una mentirosa y está muerta de miedo. Está muerta de miedo porque no puede dejar de ser una mentirosa, porque no consigue dibujar sonrisas sinceras. Está muerta de miedo porque no consigue dibujar sentimientos sinceros.
Ella humedece la pluma de oro, la pluma de oro que guarda en un estuche forrado de terciopelo, y acaricia con su punta la hoja de papel. Y la tinta traspasa al otro lado, si le da la vuelta a la hoja parece que lo esté leyendo en un espejo. Y a ella no le gustan las cartas. No le gustan las cartas, pero ya hace tiempo que la voz no brota de su garganta. Ya hace tiempo que la voz no brota de su garganta ni se le pone la piel de gallina. No le gustan las cartas, pero está cansada de soñar con una felicidad que no es capaz de dejar entrar en su vida. Y la tinta gotea desde la pluma sobre el papel, y tiemblan sus hombros porque ella sabía lo que se apostaba cuando entró en el juego.


"¿Dónde lo dejaste, dónde escondiste mi corazón?"

sábado, 17 de agosto de 2013

Antes de irte, devuélveme mis llaves

Cuántos ojos se volverán a tu paso, cuántas pisadas formarán el camino que has escogido, cuánto miedo me da ver cómo tu vida sigue, impasible, como si las desgracias que pueblan mi pecho fueran nada al lado de una taza de café a las siete de la mañana. Y nosotros podríamos pasar horas llenando de golosinas esa taza, podríamos utilizarla después para guardar un par de sonrisas obvias e incluso para servirnos las copas por la noche. Y los dos sabemos que mis ojos buscan los hoyuelos de tus mejillas casi sin pensárselo, sacudes la cabeza y te ríes, ¿por qué tienes que hacerlo todo tan complicado? Abres los brazos y me haces olvidar que el mundo sigue girando, mis lágrimas destiñen tu camisa y tu sonrisa destiñe mi tristeza, ¿por qué no puedes dejar de sonreír? Y sonriendo te alejas calle abajo porque aunque las golosinas prometan vas a necesitar ese café para aguantar el destino que has elegido.


Y juntos nos iba bien, fingimos que éramos mejores amigos, entonces ella dijo "eres raro", me obligaron a cometer errores. De nuevo juntos, como al principio. Al final todo sale bien de alguna manera. Las cosas que hicimos, lo que escondes... Pero, que conste, queda entre tú y yo.

"No me sale odiarte, no me sale quererte"

martes, 13 de agosto de 2013

Piedras en la arena

La espuma juega con el dedo meñique de mi pie izquierdo, me hace cosquillas. Pierdo la mirada en el horizonte azul de una atracción irresistible. Me acerco con pasos torpes a aquellos que navegan en la lejanía abstracta, sobre un agua transparente que no puede competir en pureza con tus ojos. Maldito mirar limpio, malditas mejillas ásperas que sonríen cada vez menos. Me miro los pies, el agua ya me lame las caderas y las palmas calientes de mis manos se apoyan en la superficie. Los ojos cerrados, el pelo enredado, me esfuerzo por apartar de mi cabeza lo que desde hace años debería estar sumergido en las profundidades. El agua por la cintura, evoco otra sonrisa, otra forma de mirar, capaces de aplacar las palabras escritas a pluma en un libro. Ya no puedo respirar, me hundo en los recuerdos que me llevan a repasar mis errores y a preguntarme por qué los tuve que cometer. Mis extremidades flotan lánguidas, mis labios besan el agua antes dejarla resbalar por mi garganta, abro los ojos para sentir las frías cuchillas saladas hacerlos enrojecer. Me esfuerzo por recordar que nunca echamos de menos los malos momentos, que no son las angustias las que protagonizan nuestros más acariciados recuerdos, que enterramos todo menos las respiraciones compartidas y que nuestras decisiones tuvieron en su momento su razón de ser. Agito los brazos, toso y el aire seco araña mis pulmones doloridos.


-Te voy a echar tanto de menos
-Y yo a ti

jueves, 1 de agosto de 2013

Los días están contados, no hay más que perder

Las manecillas del reloj se derritieron a fuerza de mirarlas y ella seguía derritiéndose a fuerza de mirarle. Los pies se tropezaban en tanto que descendían a toda prisa las escaleras de la estación. Sus manos, nerviosas, colocaban incesantemente los mechones rebeldes que se escapaban de su peinado. Tomó aire mientras empujaba la puerta que daba a la calle. Una avenida adoquinada reconoció con alegría sus pasos ligeros. Tras cruzar la plaza principal, se detuvo bruscamente ante la cuesta y una sonrisa se escapó de entre sus labios. Indecisión, timidez, ahí estaba él; y de pronto la calle de disipó en una bruma violeta, y la transportó a ese primer día, a esos primeros meses de tiempo gastado. La película se reprodujo a toda prisa, cada momento se confundía con la sonrisa siguiente y ella, envuelta en sus vertiginosos recuerdos, ni siquiera se dio cuenta de en qué momento sus pies habían corrido calle abajo y sus brazos habían tomado la iniciativa de rodear su cuello.



Is it naive to make plans that seem so far away? There's a reason I feel this way: you're sleeping alone and I'm awake. When you dream of me tonight, am I closer to where you are? Lay me down and tell me everything will be alright. 
This could mean everything, or nothing at all.