martes, 23 de julio de 2013

Robin Hood y Little John venían por el bosque

Qué bonito que sonrías guiñando los ojitos, qué bonito que me hagas sonreír. Qué bonito que me lleves la contraria. Qué bonita la tarde aquí, en Madrid. Qué feo el reloj que brilla en mi muñeca. Qué feo que se acaben los días, poco a poco, sin ti.
Qué bonito apretarte las manos despacito. Qué bonito cambiar a las latas de nombre. Qué bonita tu cara de celosillo inexperto. Qué bonito verte andar por las noches. Pero qué feo mirarte, qué feo mirarte tanto tiempo sin verte.


Your pretty face reminded me of Robin Hood.

Crystal

Ella puede acariciar las estrellas con solo sacudir la melena, ella es el dónde y el cuándo, la piedra angular de un día de playa, la locura de la brújula.
Esta mañana sus manos escuálidas no hacen sino bendecir a las sábanas con su delicado contacto. Su pelo ahora pobre es quien concede a la almohada el honor de besar sus pálidas mejillas. Su mirada brillante es la culpable de que los ángeles se regocijen en la certeza de su pronta compañía.
Ella brilla como un campo de girasoles, huele como un hielo al atardecer, baila como una hoja envejecida, guiña los ojos hacia el sur y hace que todos giremos sobre nuestros piececitos de charol buscando en el horizonte consuelo y por qués.


+ Así me entretengo. ¿Y qué si duele a veces? También hace sonreír. Me hace sentir bien, ¿qué más da?
< A saber la de oportunidades de empezar algo nuevo que estarás perdiendo solo por empeñarte en seguir abriéndote esa herida.

miércoles, 3 de julio de 2013

No quieres hablar del tiempo aunque esté de nuestro lado

Dime, y tú, ¿cuándo añoras? ¿Dónde dejas las zapatillas de andar por casa? ¿Con qué salsa acompañas los espaguetis? Recorro tu piel con la punta de los dedos dibujando sendas que nadie antes ha osado explorar, mis manos suben por tu espalda trepando cada monte, aprendiéndose tus rincones. Déjame abrir cada una de tus puertas, elegir mi escondite favorito en tus manos. Acompaña mi respiración con caricias en mi pelo y besos en mis hombros. Pregúntame, respóndeme, búscame, déjate encontrar, cierra los ojos y abandónate a mis labios haciéndose los despistados por tus mejillas, murmurando despacio que no quieren que los momentos se queden en aire gastado.