miércoles, 26 de noviembre de 2014

Green eyes

Mientras se alejaba despacio –como temiendo hacer ruido- pensó que no podía decir que había compartido momentos con ella. Se imaginó de pie, en su funeral, delante de un montón de gente que iría a decirle adiós. Y ella no sabría qué decir.
En tantos años, sus recuerdos se basaban en destellos, escenas infantiles pasadas por agua, un castillo en la arena, un enfrentamiento pueril. Un paseo para andar al lado de una desconocida a la que miraba con tanto amor que de sus ojos podría encenderse una bengala. La confidencia escondida tras el humo del cigarrillo. Una risa en aquella comida familiar. Un viaje en coche en el que se había dormido, ¡cuánto lamentaba haberse dormido! Porque ella aspiraba con efusividad cada instante que pudiera acercarle más a esa extraña que la había visto crecer.
A veces, por la noche, acariciaba el gotelé de la pared, imaginando su cara dormida al otro lado. El pelo revuelto, las mejillas hinchadas. Los ojos cerrados acariciando un sueño profundo. A veces era sorprendida observando su perfil, las líneas perfectas que delimitaban su rostro y los dos estanques que le servían por ojos.
Le gustaba sentarse en el borde de la cama mientras la miraba maquillarse, preparándose para pasear su belleza sin límites por el mundo de los mortales. Entonces la bella desconocida podía susurrarle: “por favor, pásame la brocha. No, esa no, la que no rasca...”, y ella se la tendía, rápidamente para no ser la culpable de que se interrumpiera esa delicada danza de manos, pinturas y mechones de pelo.


"¡Mírate! ¿Y luego tienes miedo de que nos caigamos en la rutina?"

jueves, 18 de septiembre de 2014

Yo nunca miento por la mañana

Desde el momento que aprendí a querer, me enseñaron (la letra con sangre entra) que enamorarse significaba volverse endeble. Que tenía que ser más astuta y menos buena, que tenía que medir mis palabras y calcular la longitud de mis miradas. Me dijeron que mis armas de mujer me abrirían más puertas que un derroche absurdo de sentimientos. Porque, a fin de cuentas, los sentimientos no son más que un estorbo a la hora de conseguir lo que deseamos. Me metieron en la cabeza a base de martillazos que el estoicismo sería mi mejor aliado. Y yo, claro, yo me lo creí.
Y después de varios años repitiéndome esta lección como si fuera el catecismo, ¿cómo le explico yo a mi razón que a mi corazón no le apetece seguir sus razones? Cómo va a entender ella que me ría con solo recordar el reflejo de las farolas en tus ojos; o que veinticuatro horas al día, siete días a la semana me saben a poco. Porque todo me sabe a poco. Y es que no se puede entender que las yemas de tus dedos se hayan convertido en mi refugio favorito para las tardes frías.
Que mis sábanas gritan tu nombre en cuanto apago la luz, que mis manos lloran porque echan de menos tu piel y que no se me ocurre mejor plan para un viernes por la noche que dormir en el asiento trasero de tu coche. Que si se me atraganta un te quiero es porque es demasiado cierto, porque es tan cierto que me da miedo que al decirlo salte mi felicidad en mil pedazos como me tiene acostumbrada.
Y al calor de la sonrisa más bonita a este lado del Estrecho de Gibraltar, mi corazón le da razones a mi razón para que se calle, porque lo cierto es que nunca aprendí a querer.
Porque lo cierto es que cada día que pasa haces que me vuelva un poco más endeble.

martes, 8 de julio de 2014

Baile de gatos

De pronto, una mirada orgullosa le quitó el sitio a la apariencia despistada que lucía, al sentenciar -con un tono que revelaba lo ensayada que estaba la afirmación- que qué mejor sitio para estudiar que Madrid, donde se movía todo.
En un primer momento, la frase me rechinó. Entre otras cosas porque yo la había utilizado en otros términos. Algo así como "quiero irme de Madrid, a Nueva York, por ejemplo, que es donde se mueve todo".
Lo cierto, y este es un secreto que los capitalinos guardamos celosamente, es que en Madrid no se mueve nada más que la gente y los relojes. Y las agujas de los relojes, que se pasan la vida dando empujones a la gente para que se mueva más rápido. Aquí corre el tiempo y corren sus esclavos, empujándose unos a otros atontados como insectos guiados por el mechero de un niño. No se mueven las oportunidades, se mueve el dinero y se pasean los ideales; se exhibe el amor en cada esquina y las pequeñas rarezas de cada uno se muestran con un orgullo cegador. Y gira en el aire el descaro chulesco y los levantamientos de ceja; y bailan en la Gran Vía las ganas de comerse el mundo, y quien no se haya comido a besos en plena calle Alcalá no sabe lo que es sentir el giro vertiginoso de la ciudad a tu alrededor mientras tu te quedas muy quieto, en medio.
En Madrid todos jugamos a creernos que aquí se puede lograr todo, que aquí se mueve todo; pero somos nosotros los que bailamos al compás. Bailamos y conformamos esa marea de movimiento que atrae a los despistados y orgullosos provincianos.
Madrid es su gente. Por eso me gusta tanto.



-¿Cómo lo ves?
-Bien... pero no esperaba que te fuera a tocar tanto.
-No, ni yo tampoco...

martes, 17 de junio de 2014

Gira y gira.

Yo avanzo y tú retrocedes. Tú te acercas y yo me doy media vuelta. Y así, caprichosos como solo sabemos ser tú y yo, jugamos a bailar juntos esta polka rusa, jugamos a acercarnos y alejarnos continuamente como juegan el mar y la orilla. Como los polos opuestos de un imán que gira sin parar. Jamás juntos, jamás separados. Sin pensar que a lo mejor ha llegado el momento de detener el giro y mirarnos de frente, de asumir que ni con toda la dulzura de mis ojos ni con toda la ternura de tus gestos vamos a conseguir ponernos de acuerdo en qué vamos a bailar.
Y yo ya no quiero recorrer la ruta 66, no quiero observar el humo ascender hacia el cielo sin estrellas ni escuchar el sonido de tu voz en el vacío de la noche. No quiero, porque tengo miedo de no poder volver a encender un cigarro o bailar un vals sin acordarme de ti. Y de echarme a llorar cuando sienta otra mano en mi cintura. Y los días serán solo días. Y las noches, excusas para ahogarte en tequila.
Búscate con quién girar, porque yo ya no puedo más.

jueves, 5 de junio de 2014

Te perdí, me perdiste, nos perdimos

Te quise, me quisiste, nos quisimos.

De pronto, me di cuenta de que los juegos habían dejado de tener sentido. Ya no me importaba si no podía comprar el hotel President, y una entrada en el Paseo del Prado había dejado de quitarme el sueño. Ya no quería rebuscar estrategias que me permitieran verte como de casualidad, ya no me interesaba calcular las palabras ni medir los silencios. Ya no necesitaba que nos escribiéramos por turnos, no me apetecía adivinar si tus miradas eran sinceras o caras de póker.
Tiré las cartas boca arriba sobre el tapete para poder mirarte mejor, tú me observaste desconcertado con tus ases todavía en la manga, a buen recaudo. Apoyé los codos sobre la mesa y la cara sobre las manos, dibujé una sonrisa y me empeñé en pasar de buscar al asesino del Cluedo a buscar el reflejo de la luz en tus ojos.
Para mí, los juegos habían dejado de tener sentido, pero tú seguías convencido de la necesidad de devorar todas mis fichas de colores.

Te perdí, me perdiste, nos perdimos.


miércoles, 28 de mayo de 2014

I just wanna be free in this way.

-Recorrería tu cuello a besos con el único testigo de la Ruta 66, tallaría nueve letras en un pino desafortunado y me reiría de tu forma de hablar todos los días, descubriríamos cada centímetro del prado escocés y el calor del hielo islandés. Me abandonaría en la parte trasera de nuestra camioneta a aporrear la guitarra al son de tus silbidos, nos embarcaríamos rumbo a la Antártida con los ojos cerrados y las manos entrelazadas. Descubriría nuevos tonos en tu mirada entre calada y calada. Abrazaría cada secuoya de California y los encinos latinoamericanos me verían abrazarte. Y nos guardarían el secreto.
-¿Aprenderías a montar en bici por mí?
-Montaría en bici por el precipicio del Gran Cañón.
-Vaya. Pero casi mejor... vamos al Retiro...


lunes, 12 de mayo de 2014

Do you still think love is a laserquest?

Las uñas devoradas en la estación. La respiración agitada al atravesar la avenida. Los labios temblando en tu portal.
Tú te deshiciste en disculpas, yo me deshice en lágrimas y besos en tu cuello. Me apartaste el pelo de la cara sin separar tu boca de la mía durante más de medio segundo, me guiaste entre tus brazos escaleras arriba y con caricias y suspiros empujaste la puerta de tu habitación. El colchón protestó porque nos había echado de menos. El sol se coló sin preguntar y se posó sobre las líneas de tu espalda inventando nuevas rutas para el acariciar de las yemas de mis dedos. Tus manos se cerraron alrededor de mis rencores. Los ojos se me cerraron y se me abrieron los labios.


sábado, 12 de abril de 2014

Lluvias de abril

Jamás podría decir que fue un día cualquiera. 
Como si no existieran decenas de personas entre ellos, sus ojos se encontraron. Ella apartó la mirada al instante, no le había reconocido. Él la observó, con los brazos y la guardia baja, durante unos minutos. Tenía la misma cara de niña, quizá con los rasgos más afilados. La misma risa contagiosa y el mismo mirar asustado. Había desarrollado un coqueteo insospechado que se manifestaba en la forma de ahuecarse el pelo. Era la misma. Era completamente otra.
Él recogió la bolsa del suelo, maldiciendo su suerte. Mira que es grande Madrid. Pues ella tenía que volver a perturbar su tranquilidad, solo una vez más, a retorcerle el alma entre su amor y su odio. Subió al coche.
Jamás podría decir que fue un día cualquiera, hacía casi tres años y dos semanas que no pensaba en ella y esa sonrisa le obligó a recordar cada vez que fue él quien la hizo sonreír.
Siete horas después, ella se despertó sobresaltada. A su alrededor, la oscuridad de la noche. Se recostó de nuevo en la cama, tranquila. Sacudió la cabeza para alejar un recuerdo incómodo.
"TE ECHO DE MENOS. NOS ECHO DE MENOS."

miércoles, 26 de marzo de 2014

I heard the piledriver waltz, it woke me up this morning.

Las pobres baldosas blancas tenían que soportar un pisotón detrás de otro; porque ya se sabe que cuantos más pisotones das para acompasar tus gritos, más razón llevas. Javi daba vueltas de un lado a otro de la cocina como una bestia enjaulada. Yo llenaba el cubo de la fregona dándole golpes a todo lo que podía. Golpe al palo, tortazo al grifo, pisotón al armario donde guardábamos el jabón, gancho al fregadero.
- Mira, va a ser mejor que te vayas porque así lo único que vas a conseguir es que diga algo de lo que vaya a arrepentirme.
-¿Y el cine?
Le fulminé con la mirada. Y él me fulminó con su tristeza.
-Ah. No tienes cuerpo para cine...
-Lo mejor va a ser que te vayas a tu casa y yo me quede aquí. Para que reflexionemos.
Javi sacudió una idea que le rondaba la cabeza. Levantó la cabeza y me miró con esos ojitos tan dulces.
-¿Qué quieres que reflexionemos?
-Pues sobre la solución a estas broncas. O sobre si sigue mereciendo la pena que las solucionemos.
Javi me miró fijo, pero ya no quedaba dulzura en su mirar. En todo Arturo Soria se escuchó el sonido del portazo, y su eco resonó en mi corazón durante semanas. Y en mis sueños.

sábado, 22 de marzo de 2014

Cualquiera llorará más que tú.

Entonces me di cuenta de que todos los gestos se habían pasado por agua. De que los miércoles ya no miraba a cada esquina y tus palabras ya no sabían a punzadas. De que las miradas se han convertido en pólvora mojada.
Te observé al hablar, tu sonrisa parecía la misma de siempre, pero no lo era. No lo era. Me miras de soslayo, pero de repente me resbala tu actitud.
Entonces me di cuenta de que el tiempo hace mella en la piel, que el silencio crea espacios entre los paréntesis, que tú y yo estamos estancados en algún punto entre los dos corchetes y que ya es hora de cerrar la frase.


Sí, me da miedo mi actitud.-

miércoles, 19 de marzo de 2014

Mañana, cuando amanezca

Y me pasaré una semana mordiéndome las uñas en la estación de trenes, me obligarás a arrancarte un beso el cuarenta de mayo y a llorar sin lágrimas encima de tu sudadera. Te pones encima. Desaparecerás como desaparece el frío del invierno aquí en Madrid, de sopetón, sin avisar y sin dar tiempo a buscar cobijo. Te acercas a mi cuello. Me acostumbrarás a tu olor hasta que no me quede otra que echarte de menos, conseguirás que mi temor desmenuce tus miradas, llegaré a escribir tu nombre en mi cuaderno. Entrelazamos los dedos. Hoy todo parece fácil, pero mañana cuando amanezca estaré perdida en algún lugar entre tus manos y tus ojos oscuros. Mañana, cuando amanezca, ya no podré encontrar el camino de vuelta. Mañana, cuando amanezca...
Y te aparto, y salgo de tu cama, y me miras, y me largo, porque las niñas listas prefieren corazones congelados al riesgo de sangrar.


¿Y si no quiero ser una niña lista?

jueves, 27 de febrero de 2014

Forever Young

-Qué raro todo. Pero qué inevitable.
-¿Tú crees? Porque yo ya no lo sé.
-Creía que lo teníamos claro.
-Pues no, no lo tengo nada claro. No tengo nada claro que no tuviéramos más remedio que deshacernos en disculpas y tirar la toalla.
-¡Fuiste tú quien decidió que ya no podíamos más!
-¡Y no podíamos! Pero, ¿así? ¿en serio? Fue demasiado simple, demasiado de mentirijilla. Apuntamos, apretamos el gatillo y adiós al problema. Y todo lo que habíamos pasado, ¿qué? Y las promesas, ¿acaso recuerdas qué hicimos con ellas?
-Supongo que simplemente desaparecieron.
-Más bien las escondimos de la vista para que no molestaran. Pero lo que se promete a fuego queda grabado en el hielo.
-Entonces, ¿qué propones?
-No lo sé. Es solo que me parece demasiado fácil, demasiado cobarde, fingir que tu vida de los últimos años no ha ocurrido. A lo mejor no era la solución. Porque necesitábamos una solución. Pero a lo mejor necesitábamos otra. Arriesgar todo a una carta. Llegar al sol o morir abrasados.
-Curar en vez de amputar.

"Ese es el gran problema de los idealistas: viven rodeados de cobardes.
El Mundo es de los Valientes."


martes, 11 de febrero de 2014

It's too cold outside for angels to fly.

Me he aprendido de memoria por qué pétalo tengo que empezar a deshojar la margarita para que no me diga ni que sí ni que no. Tal vez. No se sabe. Pues ya no quiero margaritas. Yo quiero despertarme entre tus sábanas de prestado, quiero cogerte de la mano los domingos y apretarte fuerte en los abrazos, quiero reírme de ti hasta hacer que mis caídas parezcan menos patéticas. Quiero observarte en silencio y acariciarte tarareando estupideces. Quiero almacenar tus miradas más que obvias y deshacerme de todas las margaritas del mundo porque ellas no tienen ni idea de lo que pasa entre las líneas de tu vida.
Vaya por Dios, tenemos un problema.


Kiss me like you wanna be loved.

domingo, 9 de febrero de 2014

Y afuera en la ciudad sigue lloviendo

Una taza humeante entre las manos y la mirada perdida. Mi Madrid favorito siempre fue el pasado por agua, y hoy la tarde es joven y húmeda; pero no encuentro motivos para saborearla. 
Las gotitas golpeando el cristal me transportan a esos ojos fijos que se preguntaban hasta dónde podían hacerme llegar. La calle estaba encharcada y mi aliento se dibujaba en la noche de febrero. Una vez más aposté y perdí, all in y un año después no me queda mucho más entre las manos que esta taza de té y unas cuantas excusas.
No puedo darte más que un sentimiento rasgado a filo de navaja porque es todo lo que pude rescatar, y tú no puedes dejar de darle vueltas a su imperfección; como si pudieras remendarlo, como si pudieras hacerme sonreír al decir mi nombre.
Y hoy la tarde es joven y húmeda, y hoy te choca que prefiera el abrazo de la manta a tu regazo, pero en fin, ya sabes que la lluvia solo es noticia en Madrid.