sábado, 12 de abril de 2014

Lluvias de abril

Jamás podría decir que fue un día cualquiera. 
Como si no existieran decenas de personas entre ellos, sus ojos se encontraron. Ella apartó la mirada al instante, no le había reconocido. Él la observó, con los brazos y la guardia baja, durante unos minutos. Tenía la misma cara de niña, quizá con los rasgos más afilados. La misma risa contagiosa y el mismo mirar asustado. Había desarrollado un coqueteo insospechado que se manifestaba en la forma de ahuecarse el pelo. Era la misma. Era completamente otra.
Él recogió la bolsa del suelo, maldiciendo su suerte. Mira que es grande Madrid. Pues ella tenía que volver a perturbar su tranquilidad, solo una vez más, a retorcerle el alma entre su amor y su odio. Subió al coche.
Jamás podría decir que fue un día cualquiera, hacía casi tres años y dos semanas que no pensaba en ella y esa sonrisa le obligó a recordar cada vez que fue él quien la hizo sonreír.
Siete horas después, ella se despertó sobresaltada. A su alrededor, la oscuridad de la noche. Se recostó de nuevo en la cama, tranquila. Sacudió la cabeza para alejar un recuerdo incómodo.
"TE ECHO DE MENOS. NOS ECHO DE MENOS."

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