miércoles, 26 de marzo de 2014

I heard the piledriver waltz, it woke me up this morning.

Las pobres baldosas blancas tenían que soportar un pisotón detrás de otro; porque ya se sabe que cuantos más pisotones das para acompasar tus gritos, más razón llevas. Javi daba vueltas de un lado a otro de la cocina como una bestia enjaulada. Yo llenaba el cubo de la fregona dándole golpes a todo lo que podía. Golpe al palo, tortazo al grifo, pisotón al armario donde guardábamos el jabón, gancho al fregadero.
- Mira, va a ser mejor que te vayas porque así lo único que vas a conseguir es que diga algo de lo que vaya a arrepentirme.
-¿Y el cine?
Le fulminé con la mirada. Y él me fulminó con su tristeza.
-Ah. No tienes cuerpo para cine...
-Lo mejor va a ser que te vayas a tu casa y yo me quede aquí. Para que reflexionemos.
Javi sacudió una idea que le rondaba la cabeza. Levantó la cabeza y me miró con esos ojitos tan dulces.
-¿Qué quieres que reflexionemos?
-Pues sobre la solución a estas broncas. O sobre si sigue mereciendo la pena que las solucionemos.
Javi me miró fijo, pero ya no quedaba dulzura en su mirar. En todo Arturo Soria se escuchó el sonido del portazo, y su eco resonó en mi corazón durante semanas. Y en mis sueños.

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