sábado, 10 de noviembre de 2012

Oh, cállate.

Él corre calle arriba mientras cuatro molestas gotitas le caen sobre la cara y el pelo de forma insistente. Llega al portal donde ella se está peleando con las llaves y carraspea para hacerse notar tras recuperar el aliento con las manos apoyadas sobre las rodillas.
Ella se vuelve sorprendida. ¿Qué hace él aquí? Ella le había dicho que volviera a casa. Cambia el peso de pierna incómoda, incomodísima. Él vuelve a carraspear, realmente no sabe por qué carraspea. Sus miradas se cruzan, vete a casa por favor, pero hoy no te mereces favores, querida.
-¿Y luego?
-Luego, nada.
-No me merezco esto.
-Tienes razón-ella abre el portal, dedicándole un intento de sonrisa-. No te mereces nada.
El pie de él se interpone impidiendo el cierre de la puerta. Él la agarra del pelo y la besa con furia. Ella responde al beso. Se separan como se separan dos manos en un andén de la estación de tren. Los ojos mienten, se esconden los deseos. Ella congela la sonrisa esperanzada que ha osado asomar a los labios de él susurrando un "Olvídame, cielo, yo ya lo he hecho".



"Venga, relájate, ella lo lleva bien, está aliviada, ¿ves?, todo ha acabado bien"

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