martes, 10 de noviembre de 2015

Stop repeating, please

No vas a darle la vuelta como un calcetín. No va a dejar sus vicios por ti, porque no vas a ser su nueva droga. Tampoco va a convertirse de rana a príncipe azul porque, amiga, esas cosas solo pasan en los cuentos. Porque los hombres que no llaman en dos meses no llaman arrepentidos a los cinco.
Y yo no quiero un príncipe-rana. No quiero una relación en la que tirarnos los trastos a la cabeza, y luego encogernos de hombros alegando que los opuestos se atraen.
Hemos perdido en algún lugar de las comedias románticas lo bello de lo sencillo, una mirada oculta detrás de una cortina de pelo, la caricia que interrumpe el ardor sexual y lo sustituye por una dulzura íntima. Se nos ha olvidado observar la risa de la persona que queremos.
Yo no quiero gritar en la cama pero también en la calle. Mi concepto de relación ideal puede discrepar con respecto a las historias de barbies, pero se acerca más a pasarme una tarde comiéndonos a besos y, justo después de atravesar la puerta de casa, desear fuertemente haberte dado solo uno más.

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