lunes, 4 de junio de 2012

Maldita dulzura la nuestra.

A ella le gustaba la sutileza, las pinceladas, le gustaba que alguien se enamorara de una luz, le gustaba una sonrisa escapada a un comentario estúpido, lo bonito se encuentra en los detalles, dibujaba con trazo fino sobre tazas de desayuno blancas. Pero luego apareció. Y aparecieron los problemas, las palabras escondidas detrás de una hoja de papel. Entiéndeme. Yo te entiendo, estoy cansada de entenderte.
No... necesito que me digas las cosas claras, necesito saber que me necesitas porque amor si no me lo dices no me sustento, contigo nunca se sabe. Dejó de buscar luces y de pintar tazas, necesito beber de tus palabras porque de tus hechos está visto que no se puede, y querida, las palabras solo pertenecen a los débiles, y la taza se cayó al suelo, junto a los pinceles, las acuarelas y sus esperanzas, porque si no podemos tener palabras, si no podemos tampoco tener hechos, cariño... a lo mejor es que no tenemos nada.




Y hablando pasan los días que nos quedan para irnos. Yo, al bucle de tu olvido. Tú, al redil de mis instintos. Maldita dulzura la tuya.
Me hablas de ruina y espina. Me clavas el polvo en la herida. Me culpas de las alturas que ves  desde tus zapatos. No quieres hablar del tiempo aunque esté de nuestro lado. Y hablas para no oírme, y bebes para no verme. Y yo, callo y río y bebo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario