lunes, 18 de junio de 2012

¿Quién me va a enseñar a vivir sin tu sonrisa?

¿Quién puede aprender a vivir sin ángeles? ¿Quién no echa de menos esa cara de reproche que te lleva por el buen camino? Esa mala mirada cuando eres imprudente, ese abrazo cuando te das cuenta de que lo has sido. ¿Quién sabe vivir sin ángeles?

Camina dentro de un vestido de un blanco dañino, el viento le seca las ojeras que revelan noches buscando una solución, vaga por la calle buscando un por qué que no le suene a Caperucita Roja, pasea sola como se ha quedado por su cuenta y riesgo, repasa todos los granitos de arena que se han ido escapando entre sus dedos. Al final siempre quedan los valiosos. A lo mejor es que ninguno lo era. O a lo mejor ha sido ella la que les ha dado un precio bajo.
Cuenta los doscientos metros que la separan de su puerta, levanta la mirada hacia su ventana, indecisión, hace círculos con la punta del pie, hoy tampoco es un buen día.


Y es que ser valiente no es sólo cuestión de suerte.

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