martes, 16 de octubre de 2012

A la lluvia todo eso le da igual.

Querida, qué poquito sabías, te quedaste tranquilita con tus dulces pensamientos y un beso roto en los labios, suspiraste como solo las estúpidas sabéis suspirar, acariciaste con la mirada cada capricho de su pelo mientras se alejaba calle abajo, y te entretuviste tanto que perdiste el tren a casa.
Encantador intento de princesita; pusiste tanto empeño en no perder detalle de cómo él se desvanecía en la oscuridad, que te tocó esperar en el andén, en medio de ninguna parte, a la espera de que apareciese algún otro vagón dispuesto a sacarte de aquél infierno.


No tiene gracia si no eres tú, adelante, ¡la horchata es de todos!

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