domingo, 8 de septiembre de 2013

Con lo que tú me das, con lo que yo te he dado

Su cara oculta por las manos, junto a mí, en el banco de la iglesia; sus ganas de hacerme olvidar con un beso en el pelo. Sus susurros inauditos sentado en la cama, ajustarle el nudo de su corbata de rayas azules, su sonrisa inherente, sus abrazos más cálidos y mejor guardados, formaban una nube de risas y sueños por las noches que me hacía sonreír al caminar por la calle. Maldito paso del tiempo, nos tocó ser mayores, nos tocó crecer y elegir, me tocó levantarme con un vacío a mi lado y echarme a llorar, correr por toda la casa abriendo cada puerta desesperada, abrir con la cara empapada el armario para comprobar que el gancho de su corbata de rayas azules se compadecía de mí, vacío.


Es tan difícil creer que algo sea así, porque estamos rodeados de lo que no puede ser, del lamento y la sed, de un futuro desesperado.

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