domingo, 17 de noviembre de 2013

Sweet november.

El olor a gasolina se mezcló con el temblor del autobús al arrancar. Acerqué la cara al cristal empañado y mis dedos se posaron sobre él, como si quisieran acariciar la vida idílica que estaban dejando atrás. Rodé por esas preciosas calles adoquinadas, cada vez más lejos de los sueños. Tuve ganas de dejar mi corazón allí, de deleitarme en los recuerdos hasta que no me hicieran falta. Podría reconstruir nuestros paseos nocturnos por la playa, los helados en noviembre, las Estrella Galicia en la azotea, los casi y los ojalá con tanta fidelidad que llegaría a creerme que son reales. Me acomodé en el asiento. Sin embargo, antes de que abandonáramos la ciudad, antes incluso de sentir el olor a gasolina, el frío me había recordado que el verano había quedado atrás y ya no era época de baños en la playa, que los helados se derriten y que detesto la cerveza. Ya no es época de casis, y no hablemos ya de ojalás. Ya no puede seguir siendo época de ti.




-¿Algo que contar?
-Tal vez...

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