viernes, 10 de diciembre de 2010

Exámenes.

Atraviesa lo que queda de calle con ojeras marcadas y sueño acumulado. Suelo húmedo, hojas húmedas, ojos húmedos. Hace un repaso infructuoso del exámen de Biología; se permite un capricho. Hoy va a ir por su lado de la calle.

Contiene un suspiro y se le encoje el corazón al reconocer su cruce, sus sitios, donde se abrazaron, donde juró que algún día la besaría, donde hablaron, donde soñaron, donde se despidieron y se saludaron, donde rieron y lloraron. Donde se reencontraron. Un impulso gilipollas le hace girar la cabeza para ver si viene por la esquina. Qué tonta. Hace meses que no va por el mismo camino. Todo ha cambiado, incluso aquello que había permanecido sagrado. "¿Qué quieres que te diga?" había dicho él. Y era verdad, ¿que quería que le dijese? Ninguna palabra es válida o lícita para decir que se acabó.
Vuelve a las eucarióticas, se repite lo que ya se sabe y se olvida lo que no. La división celular le parece menos interesante que cualquier baldosa que les haya visto juntos. Algo le pica, se gira y le ve. En la acera opuesta, con los de siempre, mirándola, serio. Ahora, no se ríe de ella.

Ella entra en el colegio, deja las cosas, saluda y abraza a su dibujante de sonrisas personal y se sumerje en el mundo celular de nuevo. Las primeras horas pasan, rápidas, lentas, teñidas de sonrisas y de Biología.
Recreo. Estudia lo que le queda, como se esperaba, sigue igual que la noche anterior. La biblioteca se va vaciando, se van sus amigas, sus amigos y sus sonrisas. Pero sigue él. Él, oportuno. Él, eterno. Él, él, él, él. Mira su libro, tamborilea con los dedos sobre la mesa, canturrea, repite la lección moviendo los labios. Y el retículo endoplasmático y las vesíulas ya no existen para ella. Existen sus manos, sus brazos, su piel, sus labios, su pelo, y sus ojos que se levantan de pronto y la miran, tan como es él, tan como siempre.
Pero no como siempre, aparta la mirada por obligación más que por gusto.

Última hora. Examen. Puños que chocan. Abrazos de tranquilidad. Intercambio de pulseras de goma que nunca volvieron a sus dueños. Oraciones de última hora. Repaso inútil, y ya tiene el exámen sobre la mesa. Unos se saben más, otros menos. Dos o tres chuletas exitosas, una fallida. Intercambio de hojas de examen por detrás. Se termina el tiempo.

Sale de clase tranquila, con sus sonrisas y su amiga y sucede. Miradas que se cruzan, corazones que palpitan. El mundo se ha parado, pero los demás siguen, indistintamente, su ritmo de vida. Y él, también.



Todo va a pasar, pronto verás el sol brillar.

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