+No me mires así. No me pongas esa cara. Habla. ¿Qué quieres? Te lo daré, estoy dispuesta, vamos, ¿qué quieres? ¿Quieres mi cuerpo? Está envenenado... No, ¿verdad? ¿Entonces?
>>¿Quieres mi compañía? La tienes. La tienes, pero estoy vacía. Lo siento, no puedo evitarlo. Simplemente no eres nada. No me llenas. Eres demasiado tú, o demasiado poco Él. Simplemente eres demasiado normal. Corriente, mediocre. A mí, así, no me vale. Ah, no se trata de eso, entiendo...
>>¿Qué quieres? ¿Quieres mi cariño, quieres mi amor? Ya veo, así que se trata de eso. Quieres mi corazón. Eres exigente. Vas a tener que perdonarme. No puedo dártelo, no lo tengo. No me pertenece. Es más, debería averiguar si sigue vivo. Debe ser así, debe estar latiendo, en algún lugar, abandonado a su suerte. Guardado en su cajón o mirando a la gente en un banco demasiado transitado. O tal vez aún nos esté esperando en Gran Vía.
>>Debe de seguir latiendo, porque aún lo siento algunas veces, aún siento felicidad en estado puro cuando oigo reír a Margarita, aún siento preocupación por Olivia y aún me siento protegida con Fernando. Y aún siento un pinchazo cuando le veo sonreír. Porque esa sonrisa, ya no es para mí.
>>Quizá decida ir a buscarlo, o quizá decida que tener ese dolor cerca y vivo no me merece la pena por sentir un ridículo y problemático latido.
&No entiendo por qué lo haces.
-Ella lo entiende.
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