miércoles, 1 de mayo de 2013

I stole her heart away, and put ice in its place.

La puerta estaba abierta, esperándole. La cerró a sus espaldas y no pudo evitar sorprenderse ante la lobreguez de la sala. Las sombras jugaban  a hacerse las encontradizas con una profunda humareda, olía a cigarrillo y a tiempo consumidos. Adivinó la colilla encendida apoyada contra el marco de la puerta, levantó una mano en señal de saludo. Recibió una sonrisa rota por toda respuesta. Ella apagó el cigarrillo que sostenía inclinándose sinuosa sobre la mesa de café. Él la observó incorporarse y ella le taladró con la mirada. Cuánto tiempo. Desde luego. La quietud se adueña de la sala durante dos minutos. Ella enciende otro cigarrillo y se recuesta elegantemente en el sillón. Ahora está amparada por la neblina pegajosa de su distancia. Pero no puede ser, no, él no puede entenderlo, no entiende qué ha podido pasar en ese tiempo para que se apague la luz de sus ojos y todas las femme fatale del mundo se hayan aglutinado en ese asqueroso sofá.

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