miércoles, 26 de junio de 2013

Maldito despertador

Fue casi obligatorio, tus manos acariciaban mis pies y mis rodillas besaban tu vientre, de forma tremendamente humana nos habíamos convertido en un revoltijo incomprensible encima de mi cama. Y entonces tú golpeaste y yo simplemente me defendí, y jugamos al desecuentro una y otra vez olvidándonos de mirar lo bonita que estaba la luna. Entre beso y beso mi boca selló un juramento con tus dedos y mis dientes con tu labio inferior, recorrí tu espalda calle arriba para enredar mi vida con tu pelo con la esperanza de no deshacer el nudo nunca más. Jugaste con las fronteras de mi camisón y yo acaricié la línea que delimitaba el moreno en tu cuello. Como si hubiéramos contado hasta tres nos intercambiábamos el aliento, despacio, sin prisas, que la luna está aún bien arriba y nosotros estamos solos aquí abajo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario